Texto de Ana Basagoiti Brown para la exposición “A pesar de Newton”

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Guillermo Basagoiti Brown (Madrid, 1972), a muy temprana edad se traslada con su familia a Asturias creciendo con una estrecha relación con el mundo artístico de la región: Por una parte, por su vinculación afectiva y familiar con la Fundación Museo Evaristo Valle encargada de conservar y difundir la obra del pintor Evaristo Valle (Gijón, 1873 – 1951) -la figura más relevante de la pintura asturiana de la primera mitad del S. XX y uno de los más importantes pintores de su generación en España-, y por otra por el contacto con los más destacados artistas contemporáneos que frecuentaban y frecuentan dicha institución, siendo factores determinantes que sin duda ayudarían a forjar el camino de la creación de un joven Guillermo Basagoiti. De Evaristo Valle además del conocimiento de su vida y de su de su obra, le marcarán enseñanzas transmitidas como el aprender a ver la belleza de las pequeñas cosas. Entusiasmarse al mirar lo más diminuto o insignificante encontrando en esos pequeños objetos una belleza extraordinaria.

Cabe destacar, igualmente, el acercamiento y experimentación directa de Guillermo a muy corta edad en el taller de su padre, el también escultor Guillermo Basagoiti García Tuñón (Madrid, 1944), produciéndose su incipiente toma de contacto con los materiales que darían lugar a sus primeras esculturas realizadas con materiales reutilizados.

A pesar de todas estas influencias estamos hablando de un artista autodidacta, el cual pudo ver, asimismo, alimentada su capacidad creadora a través de los frecuentes viajes y visitas a los más destacados museos y exposiciones, que realizó junto a su familia en los años de infancia y juventud, marcándole especialmente la obra de artistas del norte como Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Joaquín Rubio Camín, Amador Rodríguez y Pablo Maojo. No se puede olvidar también su infinito interés por las obras majestuosas de Richard Serra, Alexander Calder y muy especialmente de Henri Mattise.

Afincado en el Empordà, por sus vínculos con el mar desde hace 14 años, retoma la actividad artística en 2008, abandonada tras esa primera experimentación escultórica en el taller paterno, encontrando la estabilidad y el momento propicio para ello.
Guillermo escultor. Podemos definir su arte como un medio de elaboración de sus experiencias. Su obra se nutre de su experiencia personal, responde a su lucha por definirse a través del arte, llegar a conocerse y expresar sus emociones y sus miedos.

El escultor muestra especial interés por los materiales existentes en la naturaleza, entendiéndolos como algo cambiante y fluctuante: madera, piedra, hierro, aluminio, barro, plomo, entre otros y otras veces de desecho. Su obra está muy arraigada a la naturaleza y a la relación del hombre con su entorno, siendo el medio que encuentra para ser parte integrante y participativa de la misma.

El color juega un papel fundamental para la culminación de sus obras, heredero directamente de la obra de Matisse, siendo considerado este aspecto por el artista como el alma de la obra.

Recientemente ha mostrado un especial interés por el Psicoanálisis, movido por la inquietud del saber conceptual detrás de cada obra. Entendiendo el arte como producto físico del inconsciente, como un material tangible que llega de un espacio metafísico. Como el mismo señala “el arte es una puerta directa del otro que nos habita”.

El concepto utopía está muy presente en sus obras, refiriéndose a la representación de un mundo ideal o irónico que se presenta como alternativo al mundo realmente existente, mediante una crítica de éste y suponiendo una vía de escape y un remanso de paz para el artista.

De entre las obras que se presentan cabe destacar la serie “Y Punto“, a la que pertenecen 12 obras sobre papel y las piezas tituladas La cena de las Deinades, La puerta y La Vía Láctea. Es la historia evolutiva del hombre, formas sencillas, orgánicas, que a través del tiempo van hilando su propia historia, a través de las series de repeticiones, del azar, de la individualidad del sujeto y de su comportamiento dentro de la masa, un fino equilibrio en el que intenta sobrevivir. Esta se podrá ver dentro de lo que era el horno de cerámica del edificio, bajo la denominación de One by One, por la peculiaridad de que el observador se enfrentará a las obras desde la individualidad y la más estricta intimidad, siendo el objetivo de este espacio crear un diálogo directo entre la obra de arte y el espectador. En la era de la Tecnología parece difícil encontrar algún tipo de emoción no sugestionada por otros.

Existen otras obras emotivas como la dedicada al artista Javier del Río, repentinamente fallecido en abril de 2004 a los 52 años cuando se encontraba en su mejor etapa creativa, heredera plásticamente de la obra del maestro.

Texto de Ana Basagoiti Brown para la exposición “A pesar de Newton”